jueves, 20 de noviembre de 2008

ANÁLISIS SOBRE EL MÉTODO CIENTÍFICO
______________________________________








1.- FRANCIS BACON Y EL INICIO DEL MÉTODO CIENTÍFICO


Durante la Edad Media todo tipo de conocimiento y de creación artística había estado sometido a la educación escolástica, promovida principalmente desde los monasterios, hasta la creación de las primeras universidades en el Renacimiento por la sociedad burguesa –ante el fortalecimiento de las ciudades-; sin embargo, éstas partieron con una protección y control estatal, partieron con una supervisión constante y de censura por las autoridades eclesiásticas.
Por ello, la cultura renacentista supuso un verdadero reto humanístico para emancipar a la ciencia de lo estrictamente teológico, de lo establecido con atavismos de la manera geocéntrica, incontestable o irracional.

Aunque fue difícil el instaurarle a la cultura el carácter antropocéntrico que pretendía el Renacimiento, algunos factores posteriores –entre los siglos XV y XVI- lo favorecieron: el mecenazgo intelectual de una burguesía enriquecida cada vez más sólida e independiente, la crisis religiosa provocada por el protestantismo y el cambio de un poder político, desde una monarquía sumisa al clero e inestable -con respecto al progreso o a la coherencia histórica que exigían nuevos acontecimientos-, hacia otro estabilizador de naciones más simpatizante con la clase enriquecida de la burguesía, frente a la decadente clase religiosa no poco reacia al progreso del pueblo.
Ya aquí, en esta monarquía absoluta, se establece una burocracia que sí presiona con reivindicaciones en muchos aspectos (porque tal monarquía en este momento se interesa más por organizar lo externo, puesto que ha dejado de tener una conexión directa sólo con la divinidad y con el Papa) al poder político y, además, la burguesía recibe protección mediante el sistema económico implantado del “mercantilismo”; por lo menos, esto o estas diversas vías de representar al pueblo, favorecieron a la burguesía para que, luego, en el siglo XVIII se enfrentase directamente a lo establecido, mediante la ilustración y el racionalismo científico, con este modelo político por el cual o gracias al cual se dieron, sin embargo, casi todas las revoluciones industriales.

Francis Bacon (Londres, 1561- 1626) como político fue miembro del parlamento y consejero de Isabel I y, luego, canciller de Jaime I; como filósofo presentó un plan de reformas para las ciencias donde primordialmente sustituyó el método de conocimiento escolástico por uno más racional y experimental, con el fin de que fuera útil o pragmático para el progreso de la sociedad.
Este método lo desarrolla en “Novum Organum” (1620), segunda parte de su “Instauratio Magna” y esto significó un preámbulo –e inevitablemente una influencia – al “Discurso del método” (1637) de Descartes.

Bacon, sin duda, fue el primero en distinguir entre investigación científica y razonamiento lógico; por lo que, para él, no basta en generalizar una probabilidad o un hecho probable como verdad –inductivamente-, sino que es necesaria la formulación de las hipótesis básicas –de todas las posibles- para, después, deducir a partir de las mismas unos resultados que se contrastarán con la experiencia: un método hipotético-deductivo (que no es más que un método de contrastación), por eliminación de lo que no es válido al contrastarlo con la experiencia.
Así, en efecto, como separando el grano de la paja, se llegan a los datos relevantes para resolver un problema, uno cualquiera; pero siempre ha de ser por el sistema de que, para ser verdadera una hipótesis X, ante unas circunstancias determinadas deben producirse ciertos sucesos observables.

Sí, este método se utiliza hoy en día en la ciencia experimental, pero sobrelleva la desventaja o el inconveniente de que el enunciado podría ser demasiado ambicioso o alejado de la realidad para ser contrastado; y eso hace que algunas hipótesis se queden aparcadas o instaladas durante un largo tiempo como conocimientos provisionales que, si se tienen en exceso en cuenta, pueden confundir o invalidar otras hipótesis.
Ahora bien, aun así, tal obstáculo no es evitable en cualquier investigación e, incluso, es ya característico o propio del mismo proceso investigador.

Bacon también hizo una sugerente clasificación de los conocimientos según tres facultades: memoria (conocimientos históricos), imaginación (arte y poesía) y razón (ciencia y filosofía).

Pero enfrente de estos conocimientos, para él, los seres humanos se encuentran condicionados por cuatro factores: ambiente, naturaleza humana, lenguaje y escuela.
Ante esto, en claro, si cualquiera piensa un poco se dará cuenta de que es lo mismo o aporta lo mismo que, siglos más tarde, lo hiciera Ortega y Gasset con ese “Yo soy yo y mis circunstancias” -donde la naturaleza humana y el lenguaje corresponderían al “yo” y el ambiente y la escuela a las “circunstancias”-; por ende la originalidad de tal pensamiento o aportación es, con justicia, primero de Bacon.

Por último, sus “Ensayos” forjaron una prosa concisa, incisiva e impersonal sobre unos aspectos muy diferentes de la sociedad de su época, lo que contribuyó a vivificar este género ahora con una posición más crítica u objetiva que, conforme iba pasando el tiempo, influyó a los racionalistas y a los enciclopedistas.





2.- EL PROCESO INDUCTIVO Y EL MÉTODO DEDUCTIVO


Si una persona observa, esa acción, le “induce” a sacar una conclusión con el fin de determinar que tal hecho está condicionado por una causa –Principio de Causalidad- siempre y cuando se observen varios hechos para contrastar y “deducirla”.
Pero supongamos, por el contrario, que esa persona quisiera bastarse con la inducción -tras lo que le induce una experiencia-; entonces, tras la observación de sólo un grupo “aislado” de niños/as y cerciorarse de que todos tienen fiebre afirmaría: “Presentan la misma enfermedad por verificarles una alteración de sus mecanismos reguladores del calor dada sus temperaturas corporales en aumento”.

Así, si esa persona observara sólo la aceleración gravitatoria terrestre se confundiría de igual forma, pues sólo cuenta con un resultado o una “ley” para… achacárselo todo a ella.
Es la inducción directa sin más, el sonsacar de un hecho por la fuerza –por la vía tendenciosa del pensamiento con su conocimiento atávico- la “ley” que lo rige (1).

Ahora bien, el método deductivo incorpora a la ciencia algo muy importante: “Si ésta que tengo "entre las manos" es así debe cumplirse siempre en otros casos con las mismas circunstancias o condiciones que se le determinaron”.
Por lo que, esa “ley”, ya no es considerada como tal –como algo definitivo-, sino como una “hipótesis” de donde partir; conque, la deducción, le hace una depuración (recurso de independencia o de imparcialidad) al pensamiento o una exigencia estricta: “No va a ser concluyente –“ley”- lo primero que tú digas, sino será concluyente eso a lo que todas las probabilidades de la realidad te lleve.

Tu hipótesis –que ahora no es “ley” definitiva- para ser característica de la realidad tendrá que demostrarse”.
Desde aquí, el argumento sólo válido no es el librado “ex conceso” por un hecho en concreto; no, el válido será el “per impossibile” que le puedan imponer otros o todos los posibles.
Y también, desde aquí, el axioma no será la primera observación o la primera deliberación sobre lo que aparece (de aparente: lo directamente inducido) del pensamiento; es decir, no será veraz la inducción que le provoque un hecho, sino más bien que, lo inducido ahí, es un dato sólo –un dato solamente- relevante conforme lo vaya contrastando con y ante la realidad.

Según esto preliminar, en el método deductivo cualquier resultado de un reducido número de hechos parte como hipótesis (2), como dato o conocimiento que ha de ser coherente en un proceso de cotejación y análisis para conseguir un resultado amplio y constante desde la realidad: “Toda persona ha de alimentarse”, por ejemplo.

Sí, eso está claro, pero ¿a qué principios debe ceñirse el método deductivo?
Hasta hoy han sido válidos los que propugnó Leibniz: “Principio de no contradicción” en todos los casos y, además, el “Principio de razón suficiente” si se trata de lo actual, de lo de ahora, de lo evidente.
El principio-base, el de no contradicción, es en el fondo una tautología –una expresión recurrente- que estructura fórmulas lógicas –el silogismo por ejemplo-, pero que se sustenta siempre en el “Principio de Identidad”.

El “Principio de Identidad” ya fue implícitamente utilizado por Tales de Mileto y reafirmado en la lógica aristotélica; no obstante, éste sufrió críticas por parte de Heráclito o, más recientemente, por Hegel (en éste la realidad es “sucesión”, no negación) porque, habiendo permanecido como “principio estático”, ¿cómo salva su contradicción en una realidad que se renueva, que fluye como la mayoría entiende?
Es así, a algo no se le puede aplicar un principio que no poseerá mañana por cuanto que, mañana, será otra cosa, no lo mismo.

Con eso: A es igual a A (A=A) porque simbólicamente lo es así, sin embargo “Yo” no puede ser igual a “Yo” porque –al margen de lo simbólico- debería de existir una realidad –en lo “actual”- que represente a ambos.
“Yo” es igual a “Yo” siempre y cuando el “Yo referenciado” sea igual al “Yo igualado” –algo imposible-. El símbolo es repetitivo y lo hace posible –es el único que puede igualar “así”-; pero en cualquier realidad no puesto que, aunque nunca se niega ella misma –por el “Principio de Conservación” de la energía o de continuidad-, nosotros no podemos negar que exista, que progresa, que evoluciona.

Luego no le sirven los símbolos a no ser que hubiera alguien que demostrase lo contrario. Bueno, será algo que yo, para finalizar este ensayo, pretenderé:
Empezando, el “Principio de Identidad” es una estructura lingüística –de símbolos lingüísticos- mal construida que “tal como es” no logrará o no protegerá unos principios reales –sólo los simbólicos-; en cambio, sí uno u otro sucedáneo que lo permita, que supere eficazmente el obstáculo predicho.
Sustituyamos, así, la finalidad de la acción del principio por otra que trate siempre de la realidad, que no trate sino de ser real: “Todo símbolo corresponde a todo lo que sea propio de él” (Principio de Propiedad).

En símbolos matemáticos: A=Ap; de donde Ap es propio de A, es decir, A corresponde a todo lo que sea “propio de A”, A es igual a lo que le sea propio.
Entonces, “Yo” es igual a su misma propiedad, “Yo” es siempre igual a lo que sea “propio de Yo” (“Yop”).
Porque coherentemente las cosas no se rigen por la igualdad, no son iguales a principios, sino… actúan por principios y, éstos, no les transfieren igualdad, sino directamente y esencialmente… propiedad, modos por los cuales actúan, son “acción”; por lo que el “Principio de Identidad” nunca podrá existir más allá de lo simbólico o de lo imaginativo.

Ahora, con el aportado “Principio de Propiedad”, sí existe una realidad en lo que se dice, y que no contraviene a ningún otro principio ni al “Principio de no contradicción”: Algo sí es capaz de ser propio de otro algo, al estar ese algo instalado no en lo estático, sino en cualquier “momento presente” desde que va progresando.
Un ser humano hoy es igual a lo que le es propio y, mañana, será también igual a lo que le sea propio.

La ciencia no iguala, lo que hace es dar o reconocerles los elementos propios a algo: los que le pertenecen halladas o encontradas sus características y capacidades de acción.

Por supuesto, si se quiere, puede ser trasladado tal principio a una fórmula física: Energía de A = mA •(c al cuadrado) + mp • (c al cuadrado), siendo A un cuerpo cualquiera y mA su masa -de “una media-constante durante un intervalo de tiempo” o “inicial”- y mp su masa potencialmente variable siempre y cuando sus propiedades no sean totalmente variadas o transformadas.



(1) Interesante fue la aportación al respecto de Jules Lachelier (1832-1918) en “Fundamento de la inducción”.
O la de Stuart Mill (1806-1873) en “Lógica deductiva e inductiva”.

(2) Fue Francis Bacon quien clarificó el método hipotético-deductivo.





PRECISIÓN:

La inducción es una evidencia que la experiencia da y se asume, más o menos, según una conciencia; en cambio, la deducción, ya es una aplicación plenamente racional (requiere una amplia aplicación racional: un método racional), una aplicación intelectiva “con total voluntad” ante los “elementos inductivos" que se han reunido para... deducir algo.

Las experiencias nos proporcionan elementos inductivos (toda experiencia induce a una respuesta racional a cualquier ser humano, a un conocimiento, a una respuesta racional presente o a un entendimiento ineludible ante ella; por eso, todas las experiencias son... inductivas).
Cualquier experiencia te induce a que respondas (y lo haces con tus recursos racionales).

Por otra parte está ya otra cosa: un método de la deducción intelectiva, el de la deducción; pero siempre ante esos “elementos inductivos” en los cuales se aplica.
Y es de sobrada evidencia que, cuanto más sean esos elementos, cuantos más sean tenidos en cuenta, más fiable será, por tanto, ese método deductivo.
(La inducción sólo ocurre por la experiencia, no hay que aplicarle forzosamente un método; pero, en la deducción sí.)

Si se entiende:
Dados unos “elementos inductivos” se deduce una cosa; dados otros “elementos inductivos” se deduce otra cosa.
Estas variadas o diferentes deducciones son también hipótesis que se realizan hasta agotar todos los “elementos inductivos” posibles (de ahí que se hable de un “método hipotético-deductivo”); en efecto, son los elementos inductivos en su calidad y en su cantidad los que garantizan la demostración científica.

Por ejemplo: la música en una discoteca induce a bailar y, luego, a deducir que es una causante de los estados anímicos del ser humano; en otro ámbito, al leer poesía, o sea sentir su música o su ritmo, induce a visualizar armonía y belleza, por lo que se deduce que es causante de la creación de belleza.
Pues bien, todos los diferentes elementos inductivos darán una deducción general o una coherente deducción general que nunca ha podido prescindir de los elementos inductivos que, cuanto más sean, más nivel de veracidad dará la deducción general.


-------------------------------* * * *

En resumen, no existe una veracidad científica (aunque se afirme que sí sin responsabilidad) si se censuran aportaciones o si deducciones se cierran ante una contraargumentación o ante una complementariedad.

Si el que dice que “dos por dos son cinco” es tenido en cuenta y no, precisamente, el que dice que “dos por dos son cuatro” con dirigismo y censura prevalecerá una mentira.

Si tú dices que “un animal es una piedra” y no dejas -en unas mismas condiciones de recursos, de trato de dignidad y de reconocimiento- que se diga que “una animal es un organismo”, a ese precisamente que pretende decirlo en unas mismas condiciones de juego limpio, con dirigismo y censura prevalerá una mentira.

Si los medios de comunicación y algunas instituciones sólo dejan decir que “el ser humano es libre” pero, intolerantemente -atendiendo a prejuicios o a seres humanos no válidos para ellos-, no permiten que otro diga lo contrario en unas mismas condiciones de trato digno, con dirigismo y censura prevalecerá una mentira.

La censura es siempre... el no permitir algo.






Nota añadida:
----------------
En lo que llamo PRECISIÓN doy una definición entre la inducción (alimentada por toda experiencia, pues toda experiencia da o produce e induce una información ) y la deducción (donde ya “trabaja” la voluntad, es decir si tienes unos elementos puedes deducir o advertir un resultado).
En la primera, con un ya resultado, de la experiencia, obtienes unos elementos de aprendizaje, unos conocimientos, unas bases, unas "causas"; con la deducción, ya “trabajas” a partir de esa inducción, es decir ya con esas "causas". Dados unos indicios o "causas", tú deduces con la voluntad o con el trabajo intelectivo que llegarás a otro resultado.
O sea: deduces a partir de lo inductivo. La experiencia te induce a buscar unas causas; pues, sabiendo tú ya esas causas, si las observas en otros hechos y con otras aportaciones de la experiencia de otros, te llevan a deducir otro resultado.


Las características del método deductivo son: experiencia-conocimiento-voluntad intelectiva de la deducción. Y las etapas son la experiencia-conocimientos (conocimientos que te inducen a advertir o delimitar causas)-voluntad intelectiva e investigación de otros fenómenos a través de sus indicios (que tú ya conoces), de los cuales deduces los fenómenos de los cuales se trata.

Este método se utiliza siempre, es la base del método científico.
Ventajas : todas pero, con un mayor conocimiento de los elementos inductivos o de las causas, siempre aumenta la capacidad de deducir, o de la investigación o del descubrimiento de las características del fenómeno.


-------------------------------* * *

(Los enlaces los he elegido con los criterios que he considerado más coherentes con respecto a este ensayo, pero con un fin sólo de utilidad o... aclaratorio sobre algunos conceptos)






Otras consideraciones:


Estamos hechos de conocimientos -explicados o no- del medio en el cual vivimos -uno, "el que sea", pero no de un no medio, no de la nada- y, en tal ineludible condición, uno de tales conocimientos que conllevamos no puede ser un "no conocimiento" o un desconocimiento de nuestro medio.

Por lo tanto, cualquier conocimiento explicado o aclarado racionalmente ha de ser rebatido con otro conocimiento con base en nuestro medio, no con un "no conocimiento" o con un desconocimiento.

Eso se ha de tener en cuenta porque hay quienes -erróneamente- rebaten o replican con un "no conocimiento" o con un "metaconocimiento" o con un "metamedio" recurrido o metafísico. Así es, si todo conocimiento es del medio, tú no puedes rebatir con otro supuesto que no es del medio -que es "de donde sea" o es solo tuyo particular o imaginado-; claro, no puedes jugar sucio, no puedes contestar con unas reglas irracionales -o con una irracionalidad- a unas reglas racionales.

Se llamó "Metafísica" a la ciencia que quería explicar lo psicológico; pero, hoy en día, ya está elucidado que lo psicológico está en su medio -no en "su no medio", o sea, que es una manifestación o parte de lo físico.

En eso, dado un conocimiento explicado o aclarado racionalmente, éste debe estar abierto a ser rebatido, pero lo será racionalmente -no metarracionalmente-: se cuestiona porque se han de explicar unas pruebas que lo cuestionan, unas que son conocimientos.

A la ya explicada Ley de la Gravedad, no se puede rebatir con "es que cada cual tiene una idea de realidad diferente a la que yo tengo" recurriéndose a una metarrealidad y, por lo tanto, a una metarrazón como también a un metamedio para rebatir lo racional. Así, no se trata de ideas ni de ocurrencias ni de imaginaciones, se trata de que -si quieres rebatir racionalmente- tienes que aplicar pruebas conocidas por su explicación racional, no metapruebas, no pruebas del más allá, no pruebas desde otro medio al físico o al demostrable.

Si algo ya está demostrado como medicina, tú no puedes fácilmente rebatir diciendo que tienes metapruebas de que no es medicina; sin rodeos, o lo pruebas o no de una forma únicamente racional, no con una metaforma que te conviene.

En el rebatir o en la contraargumentación solo vale lo que vale, no todo. El conducir, por ejemplo, tiene unas únicas reglas de juego; por eso precisamente son imparciales -o benefician a todos al mismo tiempo-.
Pues, en la argumentación racional -o en el tener la razón-, pasa lo mismo, que ya ha de sujetarse o basarse sobre unas únicas reglas de juego que, desde un principio, no da ventajas a nadie.




José REPISO MOYANO


ANÁLISIS SOBRE EL MÉTODO CIENTÍFICO
fue escrito en el año 2003 y publicado en:

Revista de ciencias LA CIENCIA Y EL HOMBRE
Centro digital de tesis MONOGRAFÍAS
Revista de filosofía KONVERGENCIAS

Revista de investigación CRIMINALÍSTICA
Revista de cultura ALA DE CUERVO

Revista de cultura PÁGINA DIGITAL
Librería Pedadógica



(Aquí, en este blog, se ha corregido)





¿Qué es el Sentido Crítico?

Pues la aplicación rigurosa de las reglas racionales a cualquier hecho real y enunciado -que pretende ser cierto- sobre él.

En contrastación o en verificación, ante esa BASE de las reglas racionales, el sentido crítico CUESTIONA todo lo que se dice en la sociedad (donde impera -por orden- el interés mediático, el rumor arrojadizo y el tópico que se fija).

Y lo cuestiona con un PROCEDIMIENTO de imparcialidad, es decir, dando una prioridad a las mismas reglas racionales sobre lo que uno mismo vaya a enunciar; por lo que aquí, en el procedimiento, es esencial la AUTOCRÍTICA: el DISCERNIR lo que es estrictamente racional de lo que no lo es de tu enunciado, esto es, el percatarte de que tu enunciado -con pruebas y con coherencia- DEMUESTRA racionalidad.

Lema de su aplicación:
- Lo que parece ser cierto -de lo que digan los demás y de lo que diga yo- aún no lo es, será únicamente cierto si se demuestra racionalmente y, además, rebate bien todas las argumentaciones que van en su contra.






(ARTÍCULO RELACIONADO)


ÉTICA CRISTIANA Y ESCOLÁSTICA

Antes del cristianismo la cultura de Occidente era esencialmente greco-latina, es decir, politeísta, desconcentrada de una única voz u orden divino; así que los seres humanos la sentían de una forma más experimental, más “epicureísta”, más reveladora personalmente, más hacia una satisfacción o goce directo concedido por unos dioses que representaban la naturaleza o que trabajaban en un conjunto armónico para perfeccionarla.

Sin embargo, el precristianismo o el idealismo de Platón ya se dirigía hacia un bien único, hacia un ideal que conllevaba una atención especial humana, hacia una estética que les suponía a todos una depuración de sus comportamientos, un camino, una dilección necesaria.

Aristóteles se alimentó asimismo de eso y, con su espíritu universalista, con su consideración de que sólo un modo o modelo del saber conduce a los seres humanos a la felicidad, estableció la “Gran Ética”, un justo equilibrio que… se ha de buscar, de proyectar ordenadamente hacia la sociedad.

Cuando se inició el cristianismo en tal tótem ético, tal ontogenia universalista, ya se había sufragado por la mayoría de las escuelas o corrientes del pensamiento. El cristianismo, pues, pormenorizó en sus aspectos del sacrificio personal; por lo que ideó un ser humano, en ejemplaridad, unido a su dios único, perfecto, “irrebatible” teológicamente.
Enfrente, el politeísmo tendería a desaparecer, se disgregaría por su falta poco a poco de fieles.

La causa cristiana, en efecto, significó una verdadera unificación de los pueblos y, además, un auténtico “status” social e ideológico que los liberaba ante una misma condición igualitaria: todos eran susceptibles ante una determinación divina con respecto a su “ya” cercanía (Jesucristo había sido... de carne y hueso como ellos), con respecto a su “ya” acción directa o fielmente protectora.


En adelante, con esa coyuntura, por mor de la fe cristiana, se constituyó la escolástica para vencer mediante la educación al escepticismo. Así que, en el fondo, debe entenderse como modelo educativo o como su adoctrinamiento excusando o sobrevalorando la fe por encima de la razón –pero sin negarla-, esto es, armonizando la relación fe-razón, sí, instituyendo la ética sobre tal base.
Por eso, San Agustín no dudó en guiarse por unas referencias racionales o filosóficas interpretando a Platón: el bien deseado de Platón sería el “preciso” que ofrece Dios; Santo Tomás, por su parte, adaptando al cristianismo las ideas de Aristóteles; Abelardo, por su parte, desarrollando el carácter dialéctico de la teología en su obra “Sic et Non”.

Pero, veamos, la escolástica no se desarrolló sólo en los monasterios, sino que se extralimitó como enseñanza tendenciosa durante toda la Edad Media (incluso antes, por la patrística latina, por San Agustín). La escolástica correspondía, “per se”, a las doctrinas éticas cristianas que inculcaban una serie –no poco extensa- de eruditos teológicos, unas veces en monasterios, otras veces en escuelas –o en cualquier manifestación lectiva o dialéctica-.

Así pues, incidió –ininterrumpidamente- como “diseñadora” y propulsora de la filosofía cristiana, este era su fin: el servir a la fe, pero atendiendo a que congeniara con el “pensar”, con la razón.

San Agustín pretendió entonces esa unificación. Para él, el alma es un reflejo de la Trinidad y, sus facultades de memoria, entendimiento y voluntad, la reflejan; también, para él, el mal consiste en no “adherirse a Dios” y, por ello, asentó una ética, la del “ordo amoris”: el amor –el bien de Dios- debe ser amado con orden y sólo este “amar con orden” –intuyendo el orden- es la Virtud, tal dilección.

Luego, Santo Tomás, condicionó la razón o la ley natural (el derecho natural) a la ley positiva (derecho positivo) en tanto que “Los principios comunes de la ley natural no pueden ser aplicados del mismo modo a todos los hombres, por la gran variedad de los asuntos humanos; y de aquí proviene la diversidad de las leyes positivas en los distintos pueblos”, o sea, se ha de “determinar puntos particulares de la ley natural” porque “no todos los actos de virtud pertenecen a la ley natural” –por ejemplo, los que se ordenan para privilegio privado, excedidos de un orden no común-.
Para él, el abandono del ser humano únicamente a la razón tiene algunos inconvenientes: pocos conocerían a Dios, “no se sabría de antemano”(*) con la quietud y no habría un discernimiento eficaz entre lo demostrado y lo confuso. Con esto, aprobó una estrecha relación fe-razón (una especial metafísica) interponiéndole unos universales fijos (categorías del entendimiento apoyadas en lo real) que hoy llamamos concepción tomista o tomismo (siglos más tarde, Ockham criticó estos universales a favor de “sus” categorías sólo verbales o nominalistas).

Abelardo, otro escolástico, intensificó la ética –o un espiritualismo- del concepto. Advirtió que el concepto que usa la razón ha de ser una experiencia estrictamente espiritual, una depuración imprescindible a la cual una verdad se sujeta. Por una orientación que no excluía ni el realismo ni el nominalismo concibió una conceptuación en gracia, fehaciente de un alumbramiento –revelación- de verdades divinas.

Resumiendo, la escolástica infirió a una armonía –mejor, a una dependencia- de la fe cristiana con la razón, bajo una inexcusable –quizás inextricable dentro del contexto axiomático de la razón- purificación que, en su práctica, consiguió que las acciones eclesiásticas se fortalecieran en una institución o un Estado religioso.
Mientras se enseñaba, su saber adquirido siguió siendo teológicamente racional –si se puede decir esto de alguna manera-, indisolublemente; pues, de lo contrario, comportaría algo impío o hereje. Así, a priori la ciencia no podría tomar esa postura “inoportuna” con la razón, sino la debida: la de la razón divina.

Ahora bien, si no se hubiera impuesto con unas connotaciones de castigo –ya que el castigo debiera haberlo hecho sólo Dios- la filosofía cristiana, también en una ejemplaridad práctica, hubiera supuesto mejor un impulso hacia un clima de tolerancia y de cordialidad en el mundo; algo que no ha ocurrido.
Lo que ocurre es que se utiliza una rectitud que no existe en quienes la utilizan, puesto que ya se ordenan privilegios no comunes –al modo del decir de Santo Tomás-, puesto que ya los decretan sectariamente para unos fines sólo sectarios y, con eso, la verdad, se excluyen “salvadoramente” a los demás: dignos de ser tolerados y protegidos bajo unas mismas leyes o… bajo una misma justicia –que para tal objetivo la debe decidir la mayoría-.

(*) Se refiere a la inspiración divina; para Santo Tomás, “saber de antemano” sólo se consigue con la quietud y con la experiencia espiritual, algo que alcanzará la inspiración divina del saber.

martes, 11 de noviembre de 2008


VOLUNTAD Y MORAL



Primeramente, la emoción -reacción vital- no es lo mismo que la moral -referencia simbólico-social o trascendente-, puesto que ésta última es un producto conseguido hasta un presente, no desde el mismo hecho inherente a un ser vivo, sino desde un hecho añadido o social; y, si existe el hecho social, es inevitable, inesquivable, la moral (*). Luego, en el ser humano, la emoción o la impresión sensible no es de la misma índole que la de la naturaleza, sino vinculada a valores morales, se quiera o no.


El arte no es accidental -como propugnaba Hegel-, por razón de que es identificativo de lo que ha vivido junto a lo que ha convivido o le ha influido la sociedad. Deduce esto que Croce estaba en el error al sostener la intuición artística anterior a lo intelectual, en cuanto a que el arte requiere una "predisposición" o maduración intelectiva previa, ideada, y no de un estado independiente, desconectado o hecho "de repente" desde la nada.

Más claro, la impresión sensible sobreviene tras una predisposición simbólica del sujeto junto a otra cultural con respecto a las cosas: el ser humano ya cuenta con un instinto condicionado.

Entonces lo moral -significado idealista- no depende de una voluntad como decía Nietzsche, sino de un estructuralismo vital, es decir, de un producto donde, por ejemplo, sí se podría transformar voluntariamente el tallo -comparándolo con un árbol- con un injerto o sucesivos injertos, pero no las raíces ni las funciones inherentes al mismo "ser árbol". Conforme a que es así, no se pueden instaurar todos los valores nuevos, sino los posibles. La voluntad no puede empezar absolutamente desde cero, empezar de nuevo, ya que empezó y nada posee dos principios al mismo tiempo: corresponde cada cosa a un principio u origen por generarse y, otros desde su desarrollo, dependerán de él, de las consecuencias que ha conllevado.

Nietzsche se equivocó cuando basó el conocimiento en el hecho emocional, porque el hecho emocional no es un hecho aislado, autoconstructivo totalmente, sino construido del entorno, como elemento que es de él. Sentirá y pensará lo que el entorno le deja y, por eso, lo hace. No se puede pensar con lucidez que no le llega la realidad o que no aprehende la realidad, puesto que ya es realidad, un hecho por ella o a merced de ella en usufructo. El ser humano no es, enfrente, algo en vez de la realidad, no, sin duda que no, sino es algo que sobrelleva la realidad, pues, todo percibe realidad irrefutablemente, interacciona con y dentro de ella, se construye por ella.

El hecho de que cada uno interprete de una forma diferente -porque existe lo anteriormente dicho de la condición social- no significa que uno percibe de la realidad, otro de la irrealidad y otro de la superrealidad, no, lo que significa es que cada uno acusa unos valores sociales más que otros, pero esos valores son y están desde y en la realidad.

Nietzsche, muy dejado por la irreflexión o por la reflexión sólo a favor de la pasión, sostuvo que el ser humano pasa por un "espíritu-niño" -sin valores morales-, después por un "espíritu-camello" que aguanta unas obligaciones morales, después por un "espíritu-león" para forjar una libertad y, después, debe volver al "espíritu-niño" que es la verdadera madurez según él. Sea como fuere al "espíritu-león" lo vivido no se lo va a quitar nadie y en tal grado que, estando, no va a volver al estado niño que no representa madurez de vivencias, ni porque le guste.

Aún más, si tanto asusta ese "espíritu-camello" con sus cargas morales pensemos, en cambio, que no existiera, que sólo niños existieran en el mundo. Bien, deduciría esto primero que los niños tendrían que asumir lo que los adultos hacían por ellos, esto es, tendrían que responsabilizarse tan pronto como convivieran o tendrían su correspondiente "espíritu-camello" inevitable en su correspondiente tiempo vital -no se puede engañar con fantasías-.

En rigor como conclusión, la percepción sólo percibe realidad -no toda, por supuesto: su cantidad depende de una mayor capacidad y de una mayor atención o voluntad-; una vez percibido lo percibido el ser humano puede fantasearlo o no, pero lo utiliza inesquivablemente para valores sociales -que existirán gusten o no gusten-; una vez utilizado como valores sociales, cada individuo valorará la realidad en virtud de los valores que más acusa -el que unos valores importen más que otros depende sobremanera de una educación social, de sus recursos educativos-.

(*) Es una definición incorrecta la que dio Nietzsche a la moral como interpretación de los afectos, pues, nuestros afectos ya moralizan -al no ser puramente instintivos-, son morales: inductores de "algo que hay que hacer" común en toda ordenación o disciplina o forma de organización social.


JOSÉ REPISO MOYANO
24/03/2012

Páginas vistas por países
Estados Unidos
22
España
18
Colombia
4
Rusia
4
Alemania
3
Eslovenia
2
Argentina
1
Francia
1
Arabia Saudí
1
Turquía
1


21/11/2011 22:00 – 22/11/2011 21:00
Páginas vistas por países
Estados Unidos
7
Alemania
6
Países Bajos
4
Chile
2
Francia
1
Italia
1
Singapur
1
Ucrania
1

02/11/2011 02:00 – 03/11/2011 01:00
Páginas vistas por países
Francia
16
Estados Unidos
7
Rusia
4
España
2
Israel
2
México
1
Rumanía
1


31/10/2011 17:00 – 01/11/2011 16:00
Páginas vistas por países
Rusia
31
Francia
19
España
5
Estados Unidos
1
Argentina
1


28/10/2011 01:00 – 29/10/2011 00:00
Páginas vistas por países
Francia
10
Colombia
7
España
5
Argentina
1
Chile
1
Egipto
1
Croacia
1
Rumanía
1
Estados Unidos
1




07/10/2011 22:00 – 08/10/2011 21:00
Páginas vistas por países
Rusia
7
España
6
Estados Unidos
5
Argentina
4
Reino Unido
2
Alemania
1
Francia
1
Irán
1
Polonia
1



Visitas por países (al 10 de septiembre 2011):

Estados Unidos
262
México
49
España
29
Rusia
26
Alemania
21
Países Bajos
21
Colombia
19
Japón
18
Francia
12
Argentina
11